Patria volvió a visitarme anoche.
Desnuda, sólo con su guirnalda.
Con playas en la cintura
Y con los campos en su espalda.

Y en sus ojos vi un pueblo,
Y en el pueblo un vacío.
Era una isla, con cabezas, vientres,
manos, y corazón vacío.

Y había un verdugo que le azotaba
Y su dolor llegó a ser un río
Que le quitaba la paz y le ahogaba,
Dejando sólo un sitio baldío.

Y ella dijo ser presa aplastada
De un sistema de Poder maleable
Que rige cínico, con dureza cruel,
mas cada cuatrienio es afable.

Un sórdido reino banal y viciado,
por todos lados podrido,
que ha mancillado la libertad
y ambiciona un pueblo dormido.

Allí la ley es epístola olvidada;
sólo papel desdeñable,
que algunos consideran piel,
o algún traje intercambiable.

Es cuna fúnebre de sátrapas,
y de muchas ratas; nido
Que torciendo la verdad
justifican sin sentidos.

Y lo normal es que, con tanto, un pueblo se alce y despierte.
Sin embargo el mío sigue dormido.
No sé si ha sido tan fuerte
O no ha sido suficientemente herido

Mas yo, sé de buena tinta que a lo lejos,
su esperanza cabalgando viene y riela,
Pues el tiempo sabe libertar Pueblos
Si tienen un corazón que libre vuela.

Y se levantará luchando esta única Patria mía,
despertando majestuosa de su somnolencia amarga.
Y al sentir la brisa al fin sabrá un buen día
Que no hay tesoro que más que la libertad del pueblo valga.


–Emanuel Fernández

A mi pueblo y algún otro de América o del mundo.